
No hay nada más arduo en los cinco años que pasas estudiando en la facultad que encontrar una fuente de ingresos suficiente, fija y digna. Un mínimo de ingresos monetarios que, al menos, te permitan abastecerte de un número suficiente de cafés y cigarrillos para no desfallecer en el intento de terminar la semana. De lujosos caprichos como copas, conciertos o cenas mejor ni hablamos, ni aún cuando consigas trabajo en el cabaret más sórdida de esta ciudad que no está dispuesta a facilitarle la vida a estudiantes intrépidos.
Y éste era mi dilema cuando, como ingenuo yogurín, pensaba que no sería muy complicado encontrar un trabajo temporal que se adecuara a mis necesidades y que, además, me hiciera sentir un buen profesional.
Mi primer trabajo, la verdad es que me permitió cumplir mis expectativas como artista. Asistir durante todo un verano ocho u diez horas diarias como público a "El diario de Patricia", me hizo alcanzar la fama en todos los pueblos del extraradio. Y, además, estuvo muy bien remunerado. Sólo pensad que me dió para pagarme 3 días a media pensión en un hotel muy cuco en un lugar paradisíaco: Gandía playa.
Por un tiempo, mi camino hacia la fama, pareció estancarse... aunque mis días como artista polifacético volverían a mi vida. Nadie lo hubiese imaginado... Pero, en el medio, alguna que otra actividad algo menos glamurosa, mermaba y hacía oscuros mis agitados días. Tareas como comercial a puerta fría (donde además no cobré un duro y gasté una pasta), reponedor que discutía con el encargado, algo indeterminado en una fábrica de Bimbo, repartidor de propaganda por la calle,... hacían de mi cuenta bancaria algo especial... nunca sobrepasaba los 300 euros.
Pero, por fin, en los últimos años de Periodismo, mi ansiada carrera artística retornaba para llenar de color mis grises días. La verdad es que pensé que incluso podría ganar algún premio importante. No es fácil hacer de Papa Noel y el ratoncito Pérez delante de un montón de niños sudando y sudando sin parar. Pero, cosas del destino, ni siquiera fui nominado. Y no me quedó más remedio que recurrir a dar clases de baile en algún inhóspito lugar de la periferia. Pero allí podía ser una estrella al más puro estilo Paulina Rubio.
No hay mal que por bien no venga....

